Viajar para conocer otras culturas, ser consciente de las diferencias que realmente no son tales, presenciar otros modos de vida y luego con todo eso hacerte, si quieres, una revisión de prioridades, o no, allá cada cual… A veces, para descubrir esas otras realidades desperdigadas por el mundo tienes que pagar un pequeño peaje y participar de un modo u otro en un negocio que no sabes hasta que punto perjudica o ayuda a quienes participan en el.
Durante el viaje a Namibia, una de las ilusiones era conocer de cerca a la tribu de los himba. Al norte del país, en la zona de Epupa Falls son bastante numerosos sin embargo la ruta planificada por libre no daba margen para llegar hasta allí, lo que complicaba más el convertir esa ilusión en un recuerdo.
El ideal: encontrarte con ellos por el camino, parar el 4×4 e invertir todo el tiempo posible con ellos, incluso pernoctar una noche en sus chozas.
La realidad: pagas en especias, con dinero o mediante la compra de su supuesta artesanía para pasar un rato, hacer unas fotos e intentar absorber como una esponja todo lo que te cuenta el guía/traductor.
Resultado: la realidad a veces pisotea los ideales y te deja un regusto algo rancio y una extraña sensación de culpabilidad… qué le vamos a hacer… o quizá sí se pueda hacer algo… en fin, ese ya es otro debate.
Sea como fuere, la ilusión se cumplió aunque hubiera que ajustarla un poco a la realidad impuesta. Y el resultado es una experiencia única para aprender sobre los himba, una de las tribus más famosas de África, junto por ejemplo a los masai y los bosquimanos. Entonces descubres que son un pueblo semi nómada que vive fundamentalmente del pastoreo de su ganadería compuesta de vacas y cabras. Así es que por las mañanas solo se ve a las mujeres y los niños porque los hombre están fuera con los animales. Hombres que por cierto pueden tener más de una mujer, siempre y cuando el marido no pase más de dos noches con la misma esposa.
Ellas se encargan de construir las chozas de barro y madera donde viven, acarrear el agua, cocinar, cuidar a los hijos e incluso afeitar a los hombres. Las mujeres himba caracterizan por su color rojizo que obtienen de untarse el cuerpo con una mezcla de ocre, manteca de vaca y ceniza que les protege del sol y mantiene su piel y pelo limpios ya que para ellas está prohibido lavarse con agua. Son llamativas sus faldas de cuero así como sus peinados y adornos que indican la posición social de esta dentro de la tribu, si está soltera, casada, viuda, si es madre…
Si vais a viajar a Namibia por libre pero como yo no llegáis hasta la zona de Epupa, podéis conocer a los himba cerca de Kamanjab, no muy lejos del Parque Nacional de Etosha, en el Gelbingen Lodge , una granja con alojamientos propiedad de unos alemanes donde conviven estos europeos junto a los himba. No es necesario alojarte allí, puedes simplemente escribirles con antelación para hacer la visita (en 2011 costó para dos personas 300 NAD, unos 24 euros) durante la que te acompañará un joven himba que habla inglés y te contará un montón de curiosidades sobre su etnia. Para entrar a la finca te encontrarás una puerta metálica en medio de la nada que parece cerrada pero no, ha de bajarte del 4×4 y abrirla tu mismo para poder llegar.
Al margen de si con esto contribuimos a destruirlos o a ayudarlos (aunque la reflexión no debería quedar al margen) yo me quedo con el mejor recuerdo: esta mirada.
Puedes leer más sobre los himba y ver más fotos en los blogs de:
Muy interesante tu reflexión. Gracias a tu post hemos conocido más cosas de la tribu Himba. Y unas fotos preciosas!!
Manel y Cristina
Muy interesante.
Sin duda, cada vez que visitas una tribu de este tipo (yo no conozco a los himba, en vivo y en directo) surgen reflexiones personales. Me paso con los mursi, en el valle del Omo (Etiopía) o con las mujeres jirafa, en Mae Hong Son (Thailandia). ¿No producen estas visitas cierta indignación con uno mismo?.
Muy interesante tu blog!.
Gracias por la mención, y sobre todo por tus palabras. En mi caso, como ya sabrás, el pago fue en especie (arroz, azúcar, etc.) y nos insistieron mucho en esto para evitar que pagáramos en dinero directamente, ya que ellos no utilizan casi el dinero y sería una forma de «corromperles» o aculturarles algo más agresiva.
La verdad es que todo esto es muy relativo. Ellos no son favorecidos por su gobierno, casi lo contrario, y en parte por ello les puede venir bien los ingresos del turismo en la forma que sea. El caso es que una parte de los himba, igual que en otros sitios, están optando por integrarse en la modernidad y abandonar su modo de vida tradicional.
Todo tiene consecuencias positivas y negativas, el turismo es un elemento extraño que busca la foto y en el mejor de los casos (como el nuestro ;)), la experiencia y el aprendizaje, pero deja su huella… y también es lógico que ellos quieran beneficiarse de la expectación que provocan.
En fin, que como bien dice Marta, un interesantísimo tema de debate!!
Besos
Alicia
Gracias a ti, Ali. Yo me quedo con la sensación extraña e incómoda de estar en un «safari» de personas haciendo fotos y en este caso en concreto pagabas por entrar a la granja del lodge y por ese guía himba, además de luego comprarles artesanía a las mujeres himba.
Interesante reflexión Patri y preciosísimas fotos!
No sabría qué opinar, la verdad. Pero es cierto que a veces el querer conocerlo todo nos saca la vena más egoísta y explotadora que llevamos dentro.
A lo mejor esa tribu se mantiene gracias al dinero que dejan los turistas. No lo sé. Sería un buen tema para una charla con MadTB, ¿no crees?
Un saludo!
Gracias por el comentario Marta! Pues sí efectivamente da para un debate muy interesante así que habrá que pensarlo
Saludos viajeros