Más allá de los rascacielos y los exuberantes templos, existe otro Bangkok, uno al que solo se entra si sabes pararte un momento en medio de la vorágine y observar. No hace falta poner gran atención, pues ese otro Bangkok se desvela enseguida ante tus ojos a poco que le regales una mirada distinta.
Quizá lo primero que aparezca sean los colores, esparcidos por todas las calles como si alguien los hubiera ido escondido con la picardía de imaginar la sonrisa que se asomará al rostro de aquel que los encuentre. Y sí, efectivamente se sonríe al descubrir unas pinceladas de rosa capaces de retratar con tal sencillez el complejo concepto de la belleza.
Colores de todos los tonos e intensidades que, sobre el gris del asfalto y el cemento, van dibujando como si de un lienzo se tratara una ciudad llena de vida. A veces ni siquiera se esconden sino que, por ejemplo, se muestran a borbotones en la torre de un pequeño templo hindú, luchando unos con otros con fuerza para ver cuál de todos destaca más.
Y esa mirada inquieta con la que entraste en este otro Bangkok enseguida te enseñará escenas cotidianas, detalles que te pierdes si solo miras allí donde te indica el mapa turístico. Basta callejear un poco para saber cómo viven los tailandeses en las entrañas de la ciudad, para ver la trastienda de ese decorado de modernidad y tecnología que, a veces, se empeñan en presentar. Porque giras una esquina de una calle lujosa y te tropiezas con un gallinero en sentido literal; porque no hay nada mejor para matar el tiempo mientras se esperan clientes que echar una partida en un escalón cualquiera; porque a veces lo más destacado de un templo está en el cartel que te indica que te descalces… Y callejeando sin rumbo, apareces de repente en un pequeño cementerio en el que te sientes como una intrusa pero cuyo silencio te atrapa sin quererlo.
Los olores, esquivos para las cámaras de fotos y de video, te asaltan sin permiso durante cualquier paseo y ya no te abandonan. A veces son delicados, suaves, evocadores de momentos dulces, relajantes. Otras son fuertes, demasiado intensos, hacen arrugar la nariz o fruncir el ceño. En cualquier caso, en muchas ocasiones, se entremezclan para ir tejiendo el mapa olfativo de la ciudad. Bangkok huele a incienso, a noodles, a la cera de las velas, a tubo de escape, al jazmín y otras flores de las ofrendas, a pescado seco, fresco o frito, a humedad recalentada, a fruta madura…
Si quieres continuar descubriendo esa otra ciudad, has de escuchar su banda sonora porque los sonidos que la conforman hablan de ella a la perfección. Bangkok va irremediablemente unida al ruido del tráfico que pisotea incesante y sin piedad sus calles, a los miles de pitidos que se lanzan hirientes contra el cielo. Si escuchas con mucha atención puedes llegar a distinguir entre todos el origen de uno en concreto, como el que sale de una pequeña furgoneta, cargada hasta lo imposible, que pugna rabiosa por sobrevivir entre coches y motos.
Algarabía pero mucho más ordenada y tierna es la de las canciones que se escuchan siempre que pasas junto a cualquier escuela. Melodías infantiles que contrastan, sin embargo, con el silencio de otros niños que no parecen no tener un colegio al que acudir a cantar y piden en la calle o se quedan junto a sus madre en el puesto de comida callejero. Y ese silencio, sin duda, forma parte lamentablemente también de ese otro Bangkok.
Al igual que forman parte de la ciudad los monjes budistas que tanto respeto infunden la primera vez que los ves caminando por las calles. Poco a poco te das cuenta que no son tan distintos al resto de personas, también se dan una cabezadita en cualquier lugar cuando el sueño aprieta, utilizan móviles de última generación, sucumben sorprendentemente al consumismo e imparten sus enseñanzas a los más pequeños que, de nuevo, repiten la lección con ritmo musical.
Yo me quedo sin dudarlo con este Bangkok, el más interesante bajo mi punto de vista; el de los colores, los sonidos, las escenas cotidianas, los olores, los monjes sin aureola de intocables. La información práctica se queda para otra ocasión, para cuando se quiera visitar el Bangkok turístico que, por supuesto, tiene también mucho que ofrecer. Mientras tanto, callejea, piérdete, olvida el mapa, la guía y viaja por la ciudad sin esperar nada, sin rumbo pero con humildad y con una sonrisa que te abrirá a sus gentes. Saborea su ritmo más pausado, sus esquinas más modestas y, sobre todo, camina con los ojos bien abiertos, con una mirada diferente porque, a veces, las cosas más interesantes son también las menos llamativas.
diciembre 29, 2013
Preciosas fotos, guapa, como siempre!
Aprovecho para recordarte que he incluido otro enlace a tu blog en mi último post, sobre Cracovia:
http://infoeltintero.blogspot.com.es/2013/12/navidad-en-la-lirica-cracovia.html
Ya sabes que estás entre mis ‘Enlaces amigos’. Un abrazo, feliz cambio de año!
octubre 8, 2013
Hay que darle otro enfoque a las ciudades, eso es el gran viajero y el blogger. Me ha encantado como lo has expuesto, los colores son magníficos, y parece que el tiempo se detiene en esa Bangkok que nos has explicado.
Hay que empezar a ver las ciudades con ojos críticos, y tu párrafo final es para imprimirlo y enmarcarlo.
Jesús
Vero4travel
octubre 9, 2013
Toma ya! eso es un comentario y lo demás son tonterías. Muchas gracias por tus palabras.
Un saludo viajero
septiembre 27, 2013
Tu, tu yo interior y quizás alguien más, te hacen fotos muy bonitas. Te deseo que la filosofía oriental te haya ayudado en lo que buscas. La vida es búsqueda y encuentros constantes. Ana Torres
septiembre 27, 2013
Ana, mi yo interior es muy majo pero de momento no sabe hacer fotos… je,je… las he hecho yo solita. Y sí he buscado lo que encuentro, se llama felicidad y ya me la merecía. Un besazo guapa y gracias
septiembre 26, 2013
Muy bonitas fotos pero en Bangkok no oiras muchos pitidos en el trafico…es muy rudo y podria crear problemas…
Sanuk
septiembre 26, 2013
Pues leerte es como irme a pasear de nuevo por Bangkok, por sus mercados, por sus pequeños templos, por esas escenas que te asaltan a cada paso que das. Muy bien contado y te confieso que la primera foto me tiene enamorado 🙂
septiembre 26, 2013
Me alegro que hayas disfrutado el paseo por la ciudad. Y te confieso que a mi también me tiene enamorada esa foto, tanto que quería abrir el post con ella y forcé el texto para conseguirlo ja,ja.. Gracias por leerlo y por el comentario. Un saludo viajero
septiembre 25, 2013
!Gracias! Por unos minutos he caminado a tu lado, he visto los olores, he escuchado los colores y he estado allí. !Me gusta Patrica!
septiembre 25, 2013
PUes si he conseguido que viajes hasta allí ya merece la pena haberlo escrito. Y desde luego gracias a ti por dedicar es minutos. un saludo guapa
septiembre 25, 2013
me encanta que le des otro perspectiva a Bangkok! En cada rincón y a cada paso de esta ciudad hay una historia y las fotos te has quedado geniales! Bravo. a seguir disfrutando!! Un saludo
septiembre 25, 2013
La verdad que no soy muy de ciudades pero BAngkok tiene una atmósfera que me gusto así que puede que aun le dedique el ultimo dia de este viaje. MUchas gracias por tu comentario. saludos desde TAilandia
septiembre 25, 2013
Muy buen post!! felicidades por mostrar tanto sentimiento en el texto, creo que eso de viajar solo hace que uno tenga los 5 sentidos en alerta para que no se escape el mínimo matiz…Tendré que probarlo algún día.
Un saludo.
septiembre 25, 2013
gracias . te animo a que lo pruebes cuanto antes pero ten cuidado que engancha. Gracias de nuevo por leerme.
un saludo
septiembre 25, 2013
Mola! Me alegra ver que estás disfrutando tu viaje en solitario, y que también te dedicas como yo a ver cosas más allá de lo típicamente turístico, buscando colores, aromas, personas, sentimientos… que es lo que hace realmente grande un viaje!
Hay fotos muy chulas 🙂
Un abrazo!
septiembre 25, 2013
Gracias!! Todo un piropo viniendo de un fotógrafo en condiciones… Lo estoy disfrutando mucho pero ya le queda poco. Saludos viajeros Victor